México: organismos genéticamente modificados, la polémica continúa

“No estamos contra las biotecnologías modernas, sino contra la entrada de una nueva tecnología que invalide los derechos de los pequeños productores, quienes están acostumbrados a sembrar y resembrar el año siguiente a partir de las semillas que seleccionan y guardan. Ese derecho sí se va a ver vulnerado, aunque se diga que no.”

El uso de semillas patentadas, negocio que causa suspicacias

Se vulnerarán los derechos de campesinos, opina investigadora

Para el director de Agro Bio, el tema es sólo otro mito

Blanche Petrich y Angélica Enciso/III y última

Periódico La Jornada
Miércoles 15 de febrero de 2012, p. 2

Una de las preocupaciones más discutidas y menos explicadas frente a la inminente comercialización de maíz transgénico es que esa biotecnología “tiene dueño” y que los propietarios no son los agricultores, sino trasnacionales estadunidenses o europeas que tendrían derechos de “propiedad intelectual” sobre los transgenes que han desarrollado en sus laboratorios. Esto es, que la modificación genética que hace que determinado cultivo resista los herbicidas o que ciertas semillas puedan soportar el “estrés hídrico” (falta de agua, tema especialmente sensible frente a los periodos de sequía) está sujeta a convenios comerciales que protegen a quienes venden semillas patentadas.

La doctora Francisca Acevedo Gassman, coordinadora de análisis de riesgo y bioseguridad de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), brazo científico de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, considera que es precisamente ahí donde radica “el principal riesgo”, particularmente en las muchas zonas grises, indefinidas, que prevalecen en ese ámbito.

“No estoy contra las biotecnologías modernas, sino contra la entrada de una nueva tecnología que invalide los derechos de los pequeños productores, quienes están acostumbrados a sembrar y resembrar el año siguiente a partir de las semillas que seleccionan y guardan. Ese derecho sí se va a ver vulnerado, aunque se diga que no”.

Añade: “Hay una gran incógnita en la relación uso de la tecnología-propiedad intelectual que está involucrada en esa tecnología. ¿Qué va a pasar si eso llega a los recursos genéticos de México? En la Conabio hemos pedido a las industrias que expliquen en un documento cómo le van a hacer. Ellos (los empresarios) dicen que no se van a ir contra los pequeños agricultores si se encuentran construcciones genéticas en maíces nativos. Pero fijan dos condicionantes: siempre y cuando no se comercialice su semilla y no la vuelvan a cultivar. Conociendo las tradiciones del campesino mexicano, para quien comercializar significa todo, hasta el trueque, eso es terrible. El agricultor hereda las semillas seleccionadas como bien patrimonial y éstas pasan de una generación a otra. Es precisamente ese proceso el que mantiene la diversidad genética del maíz en México”.

La simplicidad básica de hacer negocios con Monsanto

Se pidió al representante de las corporaciones, el director de Agro Bio, Alejandro Monteagudo, que respondiera, y sostiene que ese es “otro mito”.

–¿Cómo es la relación con los productores del grano?

–Excelente, marcada por la relación comercial.

–¿Aceptarán las condiciones de las patentes?

–Lejos de lo que se dice de la dependencia, que genera los convenios comerciales que se firman con las empresas, ellos son libres de comprar lo que les convenga.

–Pero si las empresas encuentran el gen en cultivos que no compraron sus patentes, ya sea porque hubo contaminación de semillas u otra razón, ¿qué va a pasar? ¿Los van a demandar, como lo han hecho en otros países? (Sólo en Estados Unidos un centenar de agricultores han sido denunciados penalmente por Monsanto).

–Todo está en los contratos.

De manera más precisa, en el portal oficial de Internet de Monsanto se explica el principio de las patentes bajo lo que la trasnacional llama “la simplicidad básica” de un “negocio al que se le debe remunerar”.

El texto explica lo que Monteagudo elude: “Cuando los agricultores compran una variedad de semilla patentada firman un convenio, en el cual se suscribe que cultivarán únicamente el grano que nos están comprando y que no guardarán ni volverán a sembrarlos”. Cuando se sospecha que hay campesinos que violan el convenio “nos vemos forzados a recurrir a los juzgados”. Cuando ello ha ocurrido, “en cada uno de esos casos el jurado o el tribunal han decidido en nuestro favor”.

En caso de una controversia legal en México sobre patentes con productos generados por Monsanto, la ley de propiedad intelectual que se aplica es la de Estados Unidos, país de origen del producto protegido.

De patentes, daños, dolo y piratería

–¿Qué pasa con el riesgo de que las industrias emprendan acciones legales contra productores que siembren semillas que lleven el gen patentado?

Responde Ariel Álvarez, secretario de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem), dependencia responsable de establecer la política de seguridad en la materia: “El Instituto Mexicano de la Propiedad Intelectual dice que debe protegerse a las empresas para no causarles perjuicio económico. En este caso, si el transgen pasa de una parcela a otra mediante el flujo del polen, esto no le va a dar una característica nueva a la semilla, no se está usando la tecnología. Si el agricultor selecciona granos que llevan ese gen y lo siembra pero no lo promueve como venta de semilla tolerante o resistente, sino que es de autoconsumo, no se considera que hubo dolo o daño. Es decir, si encontramos 10 o 15 por ciento del material con el gen pero el señor no sabe que es transgénico y no lo vende como semilla, no puede haber demanda de la compañía.

“Pero si ese señor se da cuenta y pone su negocio de venta de semilla mejorada, incurre en un problema legal. Ya fuimos a Estados Unidos y a Canadá a que nos aclararan. Allá la ley de propiedad intelectual es diferente a la de México.

“Otro asunto es que en tres años empiezan a vencer patentes de los primeros transgénicos que llevan 20 años. Puede ocurrir que la empresa deje de producir esa semilla, pero algún agricultor la guardó y la empieza a cultivar donde no debe. Va a haber una especie de piratería. El punto de vista legal es más problemático que el biológico”.

Patentes mexicanas, gratuitas y de uso público

A su vez, Sol Ortiz, directora de información y fomento a la investigación de la Cibiogem, se refiere a otro aspecto de las patentes: el de los convenios que buscan negociar investigadores nacionales que desarrollaron un maíz transgénico resistente a la sequía. “Esos materiales no han llamado la atención de las empresas extranjeras. Por ejemplo, tenemos el caso de la bióloga Beatriz Xoconostle, del Centro de Investigación y Estudios Avanzados, que ha desarrollado una variedad capaz de sobrevivir en zonas semiáridas y áridas. Ella va a patentar ese material para negociar con las industrias, con el fin de ver si les conviene. Ella no viene de la iniciativa privada, sino de centros de investigación pública. La patente no va a tener costo; la idea es que las semillas se usen y reúsen”.

Concluye: “La patente de uso social es una posibilidad grande para fomentar que la gente mantenga sus criollos. En 40 años vamos a tener una población de casi el doble. En la misma extensión de tierra vamos a tener que seguir produciendo alimentos, fibras, bioenergéticos, productos industriales, plásticos biodegradables y materias primas. ¿Cómo le vamos a hacer? Ese es el verdadero reto”.

Contaminados, 65% de acervos maiceros en Estados Unidos: investigadora de la UNAM

Autoridades descartan daños y científicos exponen argumentos

Angélica Enciso L. y Blanche Petrich

Periódico La Jornada
Miércoles 15 de febrero de 2012, p. 3

En México las autoridades responsables de la bioseguridad apoyan las siembras comerciales de maíz transgénico con el argumento de que éstas han estado al alcance de los consumidores más de 15 años sin que se hayan encontrado daños en la salud. También descartan que el flujo genético de un sembradío a otro contagie plantaciones de maíces criollos con transgenes.

El responsable de la política de bioseguridad sobre los transgénicos en México, Ariel Álvarez, expone que esos productos no son otra cosa que la continuación de un proceso de mejoramiento agrícola, pues ahora podemos identificar genes y ponerlos en las plantas sin tener que hacer cruzas.

Después de que a escala mundial se han consumido alimentos genéticamente modificados por 15 años, ¿dónde están los elementos que nos van a decir de un probable daño en cuestiones de salud?, se pregunta. Hay estudios sobre búsqueda de transgenes en materiales criollos, pero quiero ver las consecuencias en esos materiales, dice en entrevista el secretario ejecutivo de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem).

–Las alertas vienen de científicos y de organizaciones sociales.

–Cuando nos dicen que hay algún estudio, quisiera verlo para evaluar. Cuando tengamos acceso a alguno que diga que hace daño, nuestra obligación es tomarlo y enviarlo a la Secretaría de Salud, ver lo que han dicho el organismo europeo de inocuidad alimentaria y otros. Si hay certezas científicas sobre los riesgos, los permisos se pueden revocar.

Frente a argumentos científicos como los del Laboratorio de Genética Molecular del Desarrollo y Evolución de Plantas, del Instituto de Ecología de la UNAM, o de Ignacio Chapela, de la Universidad de Berkeley, Ariel Álvarez responde: Dicen que habrá flujo de genes y que esa acumulación hará que desaparezca el maíz criollo. Uno piensa y dice: ¿cuál es el mecanismo que tendría que asumir para que cuando se acumulen o haya transgenes hagan daño a un material criollo? ¿Por qué considerar que todos los criollos deciden morirse el mismo día?

Explica que para detectar la presencia de maíz genéticamente modificado se aplican encuestas a productores, por ejemplo en Oaxaca, para así conocer lo que están sembrando, si han tenido problemas, si hubo aumento o decremento de rendimientos, tamaño, color, sabor, forma. Lo que se busca, dice, no es ver si hay un transgen, sino cuáles son las consecuencias.

Sobre este método, Chapela rebate: Es falso que se pueda detectar visualmente la presencia de transgénicos. Es como preguntar si por aquí pasó un microbio.

Actualmente Chapela trata de desarrollar métodos sencillos para que campesinos y consumidores puedan detectar y hacer un mapeo de transgénicos, porque los que existen están monopolizados por la empresa Genetic ID, que tiene capturado a Cibiogem y no permite que otros actores académicos entren.

Por su parte, Elena Álvarez Buylla, del Instituto de Ecología de la UNAM, advierte que en Estados Unidos más de 65 por ciento de acervos de maíz que no debieran tener transgenes ya están contaminados. Las empresas no han podido segregar sus líneas de producción y eso es preocupante. No hay que olvidar que algunos son maíces biorreactores, que producen fármacos y sustancias industriales, que no son aptos para el consumo.

La organización que preside, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, ha expresado su preocupación, ya que los permisos de siembra experimental de maíz genéticamente modificado ya liberados en Sonora y Sinaloa son próximos a territorios indígenas –yaqui, mayo, tepehuán, pima y guarojío–, donde existen numerosas variedades nativas.

Organismos genéticamente modificados: La polémica continúa

Persisten más dudas que certezas

Blanche Petrich y Angélica Enciso

Periódico La Jornada
Miércoles 15 de febrero de 2012, p. 3

Sobre nuestra tortilla cotidiana, hecha con masa nixtamalizada, todavía gravitan interrogantes en cuanto a los efectos que puede tener el maíz transgénico en la salud humana. Las autoridades responsables de la bioseguridad de los alimentos aún no tienen todas las respuestas.

Para la Comisión de Cooperación Ambiental de América del Norte –organismo de alto rango de Canadá, Estados Unidos y México, paralelo al TLC– y el Programa Universitario de Alimentos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), responsable de verificar los efectos de los organismos genéticamente modificados en los alimentos para la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, el asunto todavía no está suficientemente estudiado.

Desde hace años las autoridades mexicanas dieron luz verde a la importación de más de 70 productos que contienen maíz genéticamente modificado. Entre las 9 millones de toneladas de ese grano que México importa cada año, cerca de 90 por ciento son de ese tipo. Mucho va a las mesas, ya que gran parte de ese maíz se utiliza en la industria de los aceites y como insumo para alimentos procesados.

En octubre de 2010, durante el taller científico internacional organizado por la Academia Mexicana de Ciencias, el Programa Universitario de Medio Ambiente de la UNAM y el Instituto de Ecología de esa universidad, Amanda Gálvez, doctora en biotecnología y maestra en ingeniería de alimentos por el Instituto Tecnológico de Massachusetts, adelantó algunas conclusiones de sus estudios, en las cuales advertía que todas las variedades transgénicas que están en productos alimentarios que se encuentran en los anaqueles de los supermercados de México deberían ser sometidas a pruebas de bioseguridad y toxicidad.

Algunos resultados

Las pruebas realizadas demostraron que los transgenes y sus proteínas asociadas sólo se degradaban parcialmente después de un proceso de cocción. La investigación del equipo de Gálvez incluyó el maízstarlink, producido por la trasnacional Aventis, variedad que en Estados Unidos es aceptada como forraje, pero no para consumo humano. Se analizaron masa nixtamalizada, harina para masa, tortillas procesadas a distintos niveles de calor y tostadas fritas. En todos los casos se encontraron residuos.

A diferencia de los hábitos de procesamiento y uso del maíz en Estados Unidos, donde el grano genéticamente modificado se consume muy procesado, en México y, en general, en Mesoamérica el paso de éste de la bodega a la cocina es mucho más directo: nixtamal, comal, fritura, cocción vapor.

Fuente: La Jornada

Temas: Transgénicos

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