México: despojo, exclusión y turismo en Valle de Bravo

Idioma Español
País México

"Valle de Bravo es un centro turístico exitoso al que se suman el despojo y la exclusión de los campesinos. Lo que para unos se ha constituido en un paisaje idílico, para otros representa un proceso progresivo de sufrimiento, abandono y pobreza."

Geográficamente, el Valle de Bravo es parte de las tierras bajas de los estados de Michoacán y Guerrero. Políticamente, está ubicado en el Estado de México y se conforma por un territorio enclavado en el sistema montañoso del Nevado de Toluca y por un centro poblado que se localiza a 144 kilómetros del Distrito Federal y a 71 de la ciudad de Toluca.

 

Las actividades turísticas surgieron cuando se construyó la presa que lleva el nombre del valle. Con su construcción, se conformó un paisaje idílico que se caracteriza por un hermoso cuerpo de agua rodeado de zonas boscosas. De inmediato la presa se constituyó en el eje central para el desarrollo del turismo.

 

A los funcionarios públicos no les fue difícil darle valor económico a semejante atractivo natural. Se los permitió la posibilidad de llevar a cabo actividades acuáticas (pesca, esquí, remo, etcétera), que hasta ese momento eran casi imposibles de practicar en el Estado de México, así como impulsar actividades industriales y desarrollos inmobiliarios.

 

Fue así como llegaron capitalistas inmobiliarios y fraccionadores ajenos al lugar. Motivados por los incentivos que el Estado otorgó, adquirieron grandes extensiones de tierra a bajos precios y crearon, fácil y oportunamente, fraccionamientos inmobiliarios para su posterior venta. Destaca en ello la Empresa Propulsora del Valle de Bravo, SA, que se hizo propietaria de 80 por ciento de La Peña y de toda la rivera del lago, excepto del sector correspondiente al fundo del pueblo.

 

Pronto se desarrolló un turismo residencial y deportivo de alto nivel económico. Residentes acomodados, principalmente del Distrito Federal, compraron casas para su descanso de fin de semana. Se establecieron restaurantes de comida internacional y, aunque pocos, también se construyeron algunos hoteles. Los nuevos pobladores pasan sus fines de semana remando, esquiando, cabalgando y consumiendo alimentos y bebidas. Viven con prosperidad y confort sus días de relajamiento.

 

Otra es la situación de los campesinos vallesanos. A ellos se les orilló a desaparecer como grupo social, como cultura y como sistema económico. Al amparo de la política de modernización que devino en la planeación por cuencas, una importante parte de la población nativa fue reubicada en territorios alejados de la presa. Ahí desarrolló una agricultura en condiciones poco favorables de producción y son víctimas de la pobreza.

 

Otra porción de la población vendió sus tierras y emigró, principalmente, a las ciudades de México y Toluca, o a Estados Unidos. Si bien algunos, sobre todo los que salieron del país, alcanzaron cierta bonanza económica, su desarraigo fue total. Pero la mayoría de los que migraron se quedó desempeñando trabajos de albañilería o bien se dedicó al comercio informal. También los alcanzó la pobreza.

 

Los que se quedaron, se incorporaron a las nuevas actividades económicas, es decir, a la prestación de servicios turísticos. Pero lo hicieron sin ningún grado de organización, con pocos recursos y sin apoyos técnicos y económicos. A muchos de ellos, los empresarios turísticos establecidos en el lugar los incorporaron a la esfera de la circulación y el intercambio en condiciones asimétricas de dinero y mercancías. Desde esos tiempos, la mayoría de ellos coloca su fuerza de trabajo a un precio que apenas cubre sus costos de subsistencia. La modernización los empobrece cada día más.

 

Así, pues, Valle de Bravo es un centro turístico exitoso al que se suman el despojo y la exclusión de los campesinos. Lo que para unos se ha constituido en un paisaje idílico de agua, bosques y arquitectura, que les permite su relajación y disfrute, para otros representa un proceso progresivo de sufrimiento, abandono y pobreza. A esas desigualdades obedece que, en la actualidad, se presenten fuertes conflictos de intereses, necesidades sociales insatisfechas y depredación ambiental constante.

 

No puede decirse que en Valle de Bravo no se ha generado desarrollo local. Lo que sí puede asegurarse es que ese desarrollo ha sido sólo para un segmento de la población: el empresariado local y los turistas residenciales de fin de semana. La segregación y exclusión que el turismo residencial y deportivo ha generado desdice, en mucho, la imagen de belleza y prosperidad que se vende a los turistas.

 

Al campesinado de Valle de Bravo se le ha alejado la posibilidad de alcanzar una vida digna.

 

Fuente: La Jornada del Campo

Temas: Tierra, territorio y bienes comunes

Comentarios