La "gran mentira" del algodón trasngénico

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Agricultores y ecologistas ofrecen datos que demuestran que, además de las posibles consecuencias para la salud y el medio ambiente, el algodón modificado genéticamente no resulta rentable, porque exige mayor gasto en insumos y semillas y tiene mayor coste financiero.

Sevilla/Madrid, 24 de agosto de 2010. La Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) y la organización ecologista Greenpeace denuncian que el algodón transgénico no trae consigo mayores beneficios para los productores, tal y como algunas voces señalan. De hecho, el algodón modificado genéticamente (MG) resulta finalmente más costoso, debido al incremento del precio de la semilla respecto a las variedades convencionales, a que sigue siendo necesario aplicar productos fitosanitarios (necesidad que se incrementa con el tiempo, porque la resistencia de las plagas se hace mayor en las sucesivas campañas) y a que los rendimientos de estas variedades no muestran diferencias significativas respecto a las convencionales.

Así se pone de manifiesto en varios informes, dos de ellos realizados por las universidades de Georgia1 y Arkansas2, así como en otro más reciente de Greenpeace, “¿Qué cosecha de algodón? Análisis comparativo de la economía de los agricultores que siembran algodón transgénico y ecológico en el sur de la India.”, en el que se demuestra que en la campaña 2009-10, el cultivo de algodón ecológico generó un 200% más de ingresos netos que el transgénico.

Los estudios norteamericanos, realizados por expertos independientes, ponen de relieve que las variedades transgénicas no traen consigo una mayor rentabilidad, porque no garantizan un mayor rendimiento, algo que depende más de otras variables, como el manejo del cultivo. De hecho, sus semillas son notablemente más caras, sobre todo, una vez implantadas, ya que en un principio se ofrecen a bajo precio para después subirlo cuando ya existe una relación de dependencia.

En cuanto al estudio de Greenpeace, muestra cómo la utilización de algodón transgénico insecticida Bt incrementa los costes para el agricultor, debido a la necesidad de utilizar numerosos productos químicos, lo que provoca que los agricultores se endeuden considerablemente. Este análisis comparativo, realizado en la región de Andhra Pradesh, demuestra que el algodón transgénico requiere el uso de grandes cantidades de plaguicidas tóxicos y a pesar de ello no se logra el control total de las plagas. “Las personas que cultivan algodón transgénico se enfrentan a grandes deudas y tienen elevados costes del cultivo, lo que les hace más vulnerables a las crisis financieras", ha señalado Juan-Felipe Carrasco, responsable de la Campaña de Transgénicos de Greenpeace España.

Se ha demostrado que en la región de Andhra Pradesh, la deuda acumulada de los agricultores de algodón transgénico es un 65% mayor en las campañas 2008-09 y 2009-10 que la de aquellos que optaron por algodón ecológico. La situación ha alcanzado unas cotas tan dramáticas, que el Gobierno indio anunció un paquete de medidas durante un periodo de 5 años por un valor de 200.000 millones de rupias –3.600 millones de euros– en año 2008 para apoyar a los agricultores con problemas. "Es absurdo que, por una parte el Gobierno conceda miles de millones de rupias como ayuda al campesinado, mientras que por otro, permite y
promueve el cultivo de algodón Bt, que es la forma de garantizar que sigan endeudados", ha declarado Carrasco.

Todo esto demuestra lo que COAG siempre ha defendido, tal y como apunta el secretario de Organización, Eduardo López: además de las consecuencias que estos cultivos puedan tener sobre la salud o sobre el medio ambiente, “con el algodón transgénico las cuentas no salen. Las voces que defienden su rentabilidad están haciendo demagogia, sin aportar datos rigurosos. Quienes nos acusan de anacrónicos o de oponernos al progreso sólo venden humo y no presentan números
convincentes, porque con el transgénico las cuentas sólo le salen a Monsanto”.

Lo que ocurre es que se está utilizando el algodón como un “escudo” para introducir otros cultivos transgénicos. “Es una forma cómoda, ya que el sector atraviesa una situación difícil y, además no se trata de un alimento, por lo que el rechazo social puede ser menor”, añade López.

Además, los estudios también demuestran que los transgénicos pueden combatir algunas plagas, pero potencian otras secundarias, por lo que no reducen los gastos en insumos. Es más, a medio plazo, incluso los aumentan, ya que en las sucesivas campañas crece la resistencia de las plagas, por lo que es necesario incrementar los tratamientos.

* Situación del sector del algodón. Un poco de historia.

España y Grecia son los mayores productores de algodón en la Unión Europea, cuya producción sin embargo no alcanza el 2% del total mundial.

En el año 2005, Andalucía contaba con una superficie de 86.000 has, una producción de casi 350.000 toneladas y unas 8.700 explotaciones. El cultivo del algodón generaba más de un millón de jornales, que permitían mantener a unas 10.000 familias, 139 pueblos y 27 desmotadoras. En 2006, tras la entrada en vigor del reglamento aprobado en 2004, el sector experimenta un serio revés. La superficie sufre una reducción de casi un 30% y la producción se ve mermada en más de un 70%.

Actualmente, el 65% de los apoyos que recibe el algodón está desligado de la producción (pago desacoplado) mientras el 35% restante está vinculado a la superficie cultivada de algodón. Con esta situación, la industria ha sufrido un brutal proceso de reconversión, pasando de las 27 desmotadoras que había antes de la reforma a las 7 que están operativas en la actualidad. Esta organización agraria siempre ha considerado que, de ese modo, no se garantiza la continuidad del sector
a medio plazo.

Para la campaña 2010, según las últimas previsiones de la Consejería, Andalucía cuenta con una superficie sembrada próxima a las 61.000 hectáreas, estimándose una producción de unas 90.000 toneladas. El número de explotaciones ha bajado hasta poco más de 6.000.

* El futuro del sector

El futuro del algodón no pasa por introducir el transgénico, sino por el mantenimiento de los apoyos públicos a la actividad productiva del sector, algo que se justifica por las características del cultivo y de la zona en que se produce, la comarca del Bajo Guadalquivir (Sevilla y Cádiz), que ha visto cómo la Política Agraria Comunitaria también ha tenido consecuencias nefastas sobre otros sectores emblemáticos como la remolacha. Por eso, esta organización agraria sigue trabajando para mantener la superficie y la rentabilidad para los productores, garantizando así el futuro del cultivo y de todo el tejido socioeconómico vinculado a él.

Para ello, COAG sigue buscando opciones que mejoren la situación del sector. En estos momentos, existe un proyecto que se desarrolla conjuntamente con el IFAPA, por el cual se realiza un manejo distinto del cultivo, empleando herramientas de lucha biológica (trampas de luz, uso de setos para auxiliares, etc.) para conseguir mejores rendimientos y aumentar así la rentabilidad.

Fuente: Plataforma Rural

Temas: Transgénicos

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