Génova: emergencia climática y falta de acción política. Mirando a Durban
Lo que pasó ayer en Génova era, desgraciadamente, muy predecible. No es la primera vez, y probablemente no sea la última, que se pierdan vidas por responsabilidades precisas, imputables a una política miope y actualmente indefendible.
Tampoco se puede seguir haciendo correr – cada vez como si fuese la primera – copiosas lágrimas de cocodrilo de instituciones, parlamentarios, entes locales frente a la muerte, en realidad inevitables, de ciudadanos y ciudadanas de nuestro hermoso país. Lo que ha ocurrido en Génova tiene mucho en común con las otras tragedias anunciadas en los últimos años, de Messina a Soverato, del Piamonte al Véneto, de las Cinque Terre a Roma. Para unir con un negro hilo esta lista de tragedias, sin ninguna aspiración de exhaustividad, la falta de políticas en materia de seguridad territorial, la ausencia de controles sobre la construcción y la especulación inmobiliaria, la erosión del suelo a causa de un modelo de agricultura industrial y destructiva. Sobre todo, la ausencia escandalosa de la política en las cuestiones reales de los países, que involucra la vida de millones de personas.
Lo que pasó en Génova está también ligado estrechamente a aquello que se discutirá dentro de poco en Durban, Sudáfrica. Allí tendrá lugar, del próximo 28 de noviembre al 9 de diciembre, el 17º Conferencia de las Partes (COP) ONU sobre el clima, después del fracaso de los dos precedentes COP de la ONU de Copenhague y Cancún (15º y 16º respectivamente). En el centro de los debates, la más grave amenaza que recae sobre la humanidad: no la crisis de la deuda, sino aquella climática, que de no detenerse podría elevar a tal punto la temperatura del planeta que relegaría la vida a la que estamos habituados a un mero recuerdo. Las conferencias precedentes han fracasado debido a la falta de voluntad política, por parte de los gobiernos, en aplicar medidas concretas para reducir los gases responsables del cambio climático y así invertir la tendencia antes de que sea demasiado tarde. De hecho, Copenhague y Cancún han demostrado cómo todo, incluso la emergencia climática que causa 300.000 muertos al año (un número cada vez mayor de aquellos que son nuestros conciudadanos, como demuestran las noticias nacionales) y que empuja a decenas de millones de personas a desplazarse por razones ambientales, puede ser utilizado como engranaje del sistema capitalista que de todo se nutre. Y aquí esta imponiéndose en las negociaciones de los instrumentos de financiación de la crisis ecológica: comercio de carbono, Redd+, geoingeniería. Más fuentes de especulación mientras las causas de los trastornos climáticos permanecen inalteradas y los eventos climáticos extremos continúan aumentando en frecuencia e intensidad.,
Existen dos malentendidos de fondo que es bueno desvelar. El primero consiste en pensar que la cuestión referente a los desajustes climáticos se encuentra todavía muy lejana a nosotros, que se refiere a ciclones tropicales o a la desertificación de África. No es así. Las continuas inundaciones que sufre nuestro territorio nos deben abrir los ojos sobre los efectos desbordantes que implican los desbarajustes del clima también en nuestra casa. Y en ese sentido es necesario que nuestra política, tanto los gobiernos como sus oposiciones, afronten estos temas, tomen posiciones y elaboren propuestas con el fin de detener los desequilibrios del clima. Para reducir las emisiones de CO2 se debe invertir en la reconversión industrial, en los trasportes públicos, en un modelo energético difuso basado en las energías renovables.
El otro malentendido concierne a las prioridades de intervención aplicadas por parte de los gobiernos con el pretexto del “desarrollo” de los territorios y del país entero, muy a menudo con la aprobación de la oposición. Un ejemplo de esto: se prefiere invertir dinero público y años de propaganda en la construcción del improbable y costosísimo puente sobre el estrecho antes que invertir en la seguridad territorial de Messina, puesta en jaque en 2009 por una devastadora inundación.
En un momento en el cual no se habla de otra cosa que de crisis de debito, según las prioridades dictadas por la agencia europea, es fundamental llegar a ver que la crisis económica no es más que una parte de una crisis más grande, planetaria, la crisis ecológica. Una crisis de la cual nuestra supervivencia depende mucho más que de cualquier cuestión de carácter económico o financiero.
A Sud estará en Durban durante los trabajos de la conferencia ONU en representación de Rigas, la Red Italiana para la Justicia Ambiental y Social, con el fin de participar en los movimientos de discusión y movilización de las sociedades civiles, portavoz de propuestas y experiencias mucho más concretas y eficaces que aquellas que surgen de las oficinas llenas de sherpa y de gobernantes.
Hagamos un llamamiento con el fin de que este manifiesto se trate con la seriedad y la constancia que un tema de tal urgencia merece: demasiadas veces la voz individual de los ciudadanos y las propuestas de los movimientos y de las asociaciones vienen calladas o censuradas por el vocerío histérico de los políticos. Un tema que, como en el caso del clima, más allá del perfil técnico, involucra factores de orden político, social y económico. Y sobre todo la vida de todos nosotros.
Fuente: A Sud