Argentina: reflexión sobre la ciencia a raíz último anuncio
"Hace pocos días, el gobierno nacional dio a conocer un nuevo desarrollo tecnológico argentino, una semilla transgénica que permitiría obtener cosechas en condiciones de sequía. Más allá de los supuestos beneficios que pueden generar este tipo de semillas, nos preguntamos si su creación fue orientada para los fines que se difunden."
¿Ciencia al servicio del pueblo o a favor de las corporaciones?
Sin lugar a dudas, apoyar el desarrollo científico es importante para el futuro del país. Sin embargo, para que ése desarrollo científico se traduzca en beneficios para la sociedad, la política científica debe orientarse a mejorar la calidad de vida de todos los habitantes de la nación. Caso contrario, si el Estado no orienta la política científica hacia los verdaderos intereses de su pueblo, o si deja en manos del mercado capitalista la definición de las prioridades en materia de Ciencia y Técnica, se corre el riesgo de que ese desarrollo científico no solo no sea de utilidad sino que por el contrario incremente las problemáticas y necesidades que sufren nuestros compatriotas. Así, por ejemplo, la pobreza estructural y la degradación ambiental serían algunas de las tantas temáticas de investigación que el Estado debería fomentar. Pero eso no es lo que ocurre en nuestro país, la política científica Argentina está fuertemente orientada a generar ganancias económicas para las corporaciones económicas, sin tener en cuenta las consecuencias que ello puede traer aparejado sobre nuestra sociedad y el ambiente.
En los últimos años se ha hecho evidente que la distribución de recursos y prioridades de investigación por parte del Ministerio de Ciencia y Técnica se enfoca al fortalecimiento del sector privado, sobretodo en materia de agrobiotecnología. Por su parte, todas aquellas investigaciones que se orienten a la generación de ganancias por parte de empresas son apoyadas fervientemente y presentadas como “ejemplos a seguir”, en tanto que se resta importancia y ningunean aquellas líneas de investigación que pongan en tela de juicio los beneficios del actual “modelo de desarrollo” o muestren consecuencias negativas del mismo.
La semilla de la discordia:
Hace pocos días, el gobierno nacional dio a conocer un nuevo desarrollo tecnológico argentino, una semilla transgénica que permitiría obtener cosechas en condiciones de sequía. Más allá de los supuestos beneficios que pueden generar este tipo de semillas, nos preguntamos si su creación fue orientada para los fines que se difunden. Se ha mencionado que este tipo semillas será aplicada a paliar hambrunas o como elemento que limite los riesgos por factores climáticos a pequeños productores. Sin embargo, hasta el momento la mayoría de los desarrollos biotecnológicos aplicados a la producción agropecuaria en nuestro país sólo han servido para incrementar la riqueza del sector privado.
Este nuevo desarrollo tecnológico de Argentina se hizo vinculado a las corporaciones de los agronegocios. Bioceres, que está asociada la Universidad Nacional del Litoral y el CONICET en desarrollos de biotecnología, es parte del grupo Grobocopatel; grupo empresario con conocidos intereses oligopólicos, del que claramente no podemos distinguir ningún intereses social. El desarrollo tecnológico que implican estudios de este tipo, financiados parcialmente por empresas privadas y en gran medida por el Estado, necesariamente apuntan a lograr condiciones de producción rentables en cultivos a gran escala, y no a hacer beneficencia y caridad. Entonces, si estos nuevos desarrollos no tuvieron como objetivo mejorar las condiciones de producción de pequeños chacareros agobiados por deudas producto del infortunio, la baja rentabilidad de plantaciones a pequeña escala y condiciones climáticas adversas, ¿cuál es el objetivo perseguido? Es evidente que lo que se pretende es la expansión de las fronteras agrícolas a ámbitos hoy poco relevantes desde un punto de vista economicista.
La mencionada ampliación de la fronteras agrícolas, lejos de combatir el hambre y la desocupación, como van de la mano de explotaciones a gran escala, con uso intensivo de agroquímicos y capital, terminan incrementando el nivel de migración interna desde zonas rurales hacia urbanas por la falta de trabajo y la expulsión (violenta en la mayoría de los casos) de la residencia original de pobladores. También modifica ecosistemas al eliminar bosques nativos y cultivos autóctonos y reemplazarlos por cultivos con o sin rotación; al matar directa e indirectamente especies por el uso de los agroquímicos (en general, sin siquiera respetar las condiciones que la ley establece). Y si la pérdida de biodiversidad y la urbanización precaria y forzada de miles de personas no fuese poco, el uso de estas tecnologías conlleva una mayor dependencia económica del país dado que, en su gran mayoría, los agroquímicos son importados o se pagan royalties por ellos; se debe adaptar tecnología nacional a este tipo de funcionamiento (siembra directa) que limita la matriz tecnológica, y cuya producción es utilizada principalmente para la venta sin procesamiento (como semilla) o con bajo nivel de procesamiento (aceites, harinas) a las metrópolis (Europa, Estados Unidos, China).
Muchos estudios realizados por trabajadores del CONICET y otras agencias del Estado, aunque obviados por los funcionarios de Ciencia y Técnica del país, demuestran que el modelo de desarrollo basado en los agronegocios, solo genera riquezas para unos pocos, incrementa la brecha entre ricos y pobres, genera dependencia tecnológica, aumenta la contaminación con productos de toxicidad crónica, y anula las posibilidades de alcanzar una verdadera soberanía alimentaria. Al paso que va la Argentina en pocos años tendrá un campo en pocas manos, con monocultivos expandidos por todo el territorio, bosques devastados e incremento de la desertificación.
Nos preguntamos entonces: ¿por qué un Estado Nacional que dice “combatir a las corporaciones” celebra con champan las ganancias millonarias que el esfuerzo de los trabajadores del Estado generará para un grupo monopólico como los Grobo? ¿Por qué se publicitan patentes de semillas transgénicas y no se hacen cumplir leyes nacionales como la ley de protección de bosques nativos o de emergencia indígena? ¿Por qué no se interesa en desarrollar mecanismos para evitar las “descampenización” y concentración de tierras en el campo argentino? ¿Por qué no se promueve la soberanía alimentaria y el uso múltiple de los recursos naturales? ¿Por qué no investiga alternativas al modelo extractivista de recursos naturales y no desarrolla industrias científico tecnológicas locales que den valor agregado a los “commodities”? Es evidente que el interés no es mejorar la calidad de vida de todos los habitantes del país, sino hacer que los ricos y poderosos se hagan cada vez más ricos y poderosos y así sea difícil cambiar el rumbo de un “modelo” que nos llevará a la destrucción social, económica y ambiental.
Por todo lo expuesto repudiamos desde ATE CONICET los convenios firmados por el organismo, por el Ministerio de Ciencia y Tecnología y por las Universidades Nacionales con empresas oligopólicas cuyo único fin es realizar investigaciones a expensa del Estado y la sociedad toda, acaparándose éstas del rédito económico que producen nuevas tecnologías carentes de rédito social alguno.
Necesitamos reorientar la política científica al servicio de nuestro pueblo:
Como trabajadores del sistema científico tecnológico del país, cuestionamos qué la Política Científica del Ministerio de Ciencia y el CONICET de prioridad a la producción de conocimiento y tecnología para incrementar el poder del mercado capitalista y no de las reales necesidades de su pueblo. Esto se hace evidente en materia de agrobiotecnología, donde se beneficia a grupos monopólicos, sin tener en cuenta las consecuencias que ello puede tener sobre las poblaciones rurales o periurbanas, o el efecto indirecto que esos “desarrollos científico-tecnológicos” generen en el mediano y largo plazo en nuestro ambiente y la calidad de vida.
Es importante señalar que no estamos en contra del desarrollo científico en materia de biotecnología o cualquier otra área del conocimiento. Pero consideramos fundamental orientar esas líneas de investigación para la obtención de productos científico-tecnológicos que beneficien a los sectores menos favorecidos de nuestra sociedad. Es muy diferente investigar como mejorar la producción agroecológica a pequeña escala que generar una semilla transgénica para el usufructo de un grupo empresario. Los beneficiados y perjudicados en cada caso son evidentes, y las consecuencias socio-ambientales también. Sostener la teoría neoliberal del “derrame” en materia de Ciencia y Técnica, es decir considerar que si los sectores capitalistas monopólicos incrementan su riqueza el resto de la sociedad verá mejorada su calidad de vida, no solo es un gran error, sino que a la luz de lo ocurrido en nuestro país en la década de los 90’ implica profundizar la brecha entre ricos y pobres y la destrucción de nuestros recursos naturales.
Nuestros gobernantes, y sus funcionarios, deberían saber que están obligados a orientar su política científica al servicio de toda la sociedad (que es la que sostiene la formación de recursos humanos y el trabajo de sus investigadores y técnicos), en particular de los más sectores más desposeídos o perjudicados por el actual modelo económico extractivista. Asimismo, convocamos a nuestros colegas a profundizar el debate sobre cuáles deben ser las prioridades de investigación para el país, que nos permitan devolver a nuestro pueblo todo el esfuerzo que hace en sostener nuestro trabajo.
Contactos:
Fernando Barri - moc.liamg@irrabref
Flavio Sives – ra.ude.plnu.acisif@sevis
Fuente: Voces de Alerta