Transgénicos amenazan a la apicultura mexicana
"Para México, el riesgo es hoy muy concreto: perder el principal mercado de la miel y, por consecuencia, dañar a la economía de miles de familias de apicultores; pero también pone en riesgo a la fruticultura, dependiente de la polinización por abejas."
El debate sobre los cultivos transgénicos se está convirtiendo en uno de los temas prioritarios de análisis de la sociedad mexicana. En este debate se enfrentan los intereses económicos de las empresas transnacionales de semillas transgénicas con la necesidad para la sociedad y los consumidores de proteger su salud, la biodiversidad y el medio ambiente. Recientemente, y de manera sorpresiva, surgieron los apicultores en este debate como probables afectados de estos cultivos.
México es el sexto productor y tercer exportador mundial de miel de abeja. El destino principal de estas exportaciones es la Unión Europea y de ella dependen más de 40,000 apicultores y sus familias. Esta posición envidiable se está viendo amenazada por la expansión de los cultivos de maíz y soya transgénica.
Sorprendentemente, el origen del problema se dio en un apiario de Baviera, Alemania, ubicado a 500 metros de una parcela experimental de maíz transgénico. El análisis de esta miel mostró que el polen que contenía estaba contaminado con polen de maíz transgénico. Este caso se llevó a la Corte de Justicia de la Unión Europea la cual, como consecuencia, prohibió la comercialización de mieles que contuvieran polen de origen transgénico no autorizado (como, por ejemplo, el maíz MON 810 de la empresa Monsanto).
El pronunciamiento de la corte en Europa considera el polen como uno de los ingredientes que componen la miel, de donde se desprenden dos situaciones. Si se trata de polen de plantas transgénicas no autorizadas para alimentación, la miel sencillamente no puede comercializarse (principio de tolerancia cero). Por otro lado, si se trata de polen de plantas transgénicas autorizadas para alimentación es posible comercializar la miel.
Aún en este último caso, si el contenido de polen transgénico sobrepasa el 0.9% del polen total, tiene que indicarse en la etiqueta la leyenda “Contiene ingredientes modificados genéticamente”. Sin embargo, la comercialización de miel con este etiquetado parece casi imposible, cualquiera que sea su origen, dado que la gran mayoría de los consumidores europeos rechazan los alimentos transgénicos.
En este momento, las implicaciones jurídicas, normativas y comerciales del fallo de la Unión Europea siguen analizándose pero, por precaución, los compradores de miel mexicana ya están exigiendo que el producto esté libre de polen transgénico. Dada la extensión comercial de la soya transgénica en México, y la extensión del maíz transgénico en parcelas experimentales o por siembras ilegales, la probabilidad de encontrar polen de cultivos transgénicos en la miel es relativamente alta, lo que impedirá la exportación del producto. Es difícil predecir con qué frecuencia se enfrentará esta situación; puede ser que no sea muy común pero sin duda se presentarán casos, cada vez con efectos más graves en la economía y en la imagen de la miel mexicana.
Entonces, con la disposición oficial de la Unión Europea de etiquetar la miel que contenga polen transgénico, el sector productivo y exportador con toda seguridad perderá clientes y mercados, provocando la pérdida de gran parte del mercado europeo para la miel mexicana. La situación es aún más crítica en el caso de la miel orgánica, que en ningún caso puede contener polen transgénico, por lo que existen riesgos de que la apicultura orgánica en México desaparezca.
En resumen, las decisiones del gobierno mexicano a favor de los cultivos transgénicos a partir de semillas comercializadas por empresas transnacionales como Monsanto, Dow AgroSciences, DuPont/Pioneer/ PHI, Bayer y Syngenta amenazan no solamente a la apicultura orgánica, sino a la apicultura mexicana en general.
En el campo es imposible evitar la contaminación de productos obtenidos cerca de los cultivos transgénicos. Las abejas, cuando recolectan néctar y polen, no pueden distinguir cultivos transgénicos de cultivos convencionales. El radio de vuelo de las abejas es comúnmente de un kilómetro alrededor de su colmena, pero puede llegar a ser hasta de tres kilómetros, lo cual muestra la dificultad de coexistir con una agricultura de transgénicos. Lo anterior se vuelve crítico si se considera la reciente autorización para sembrar 30 mil hectáreas de soya transgénica en la península de Yucatán, la zona apícola de mayor importancia en el país.
Para México, el riesgo es hoy muy concreto: perder el principal mercado de la miel y, por consecuencia, dañar a la economía de miles de familias de apicultores; pero también pone en riesgo a la fruticultura, dependiente de la polinización por abejas.
Analizando el problema en un marco más general, debe subrayarse que estas nuevas restricciones no tienen un origen comercial, más bien están basadas en la conciencia de consumidores que demandan productos sanos, seguros y producidos natural u orgánicamente. Los productos modificados en su estructura genética no coinciden con esta exigencia de seguridad para las personas y el ambiente.
La tecnología genética permite introducir genes de ciertas especies en otras distintas generando organismos transgénicos. Una vez que estos organismos se liberan al medio ambiente no hay manera de limitar la difusión de los genes introducidos en poblaciones naturales. Esto es grave porque muy poco se conoce de los efectos a largo plazo del consumo de organismos modificados genéticamente sobre la salud humana. Pero hay indicios, por ejemplo, de que la ingestión de productos transgénicos puede provocar alergias, resistencia a antibióticos, riesgos en parámetros sanguíneos asociados con las funciones renales y hepáticas, infertilidad o disfunción del sistema inmunológico.
Si bien existen muchos elementos para prever los riesgos para el ambiente, los impactos reales no son todo bien conocido. La contaminación de variedades tradicionales y silvestres ha sido demostrada, y podría tener consecuencias graves para las variedades de maíz y algodón, cuyo centro de origen y diversidad es México. Entre los riesgos, se encuentran también la evolución de malezas tolerantes a herbicidas y el aumento en el uso de plaguicidas con sus consecuencias en el deterioro de los ecosistemas. Tales riesgos difícilmente son aceptables, considerando además que los cultivos transgénicos no permiten mayores rendimientos para los agricultores, quienes se vuelven dependientes de las empresas comercializadoras de semillas.
Mientras que los beneficios del uso de transgénicos se concentran en las corporaciones biotecnológicas y algunos agroindustriales, los riesgos en salud, ambiente, sistemas agroalimentarios, socioculturales y económicos son de carácter público. Por ello preocupan las eventuales consecuencias no previsibles e irreversibles de la liberación masiva de transgénicos al ambiente.
Finalmente, los apicultores mexicanos podrían volverse los nuevos damnificados de la tecnología de los transgénicos. Esta amenaza los está llevando a involucrarse en la lucha contra los transgénicos y a buscar alianzas con movimientos campesinos y ambientalistas para informar a la sociedad y a los políticos sobre los riesgos e impactos ecológicos, económicos y sociales de estos cultivos.
Fuente: ed.dnalrutan@ocixem