Movimientos indígenas en México, del desencanto a la acción autónoma
"Francisco López Bárcenas realiza aquí una lectura de los procesos que protagonizan los pueblos: las embestidas que enfrentan y el contexto que las explica, la autonomía y los obstáculos para ejercerla, los pueblos frente a los procesos electorales, el narco y las formas de organización comunitaria como salida a la crisis civilizatoria que se vive en el mundo."
Abogado, intelectual mixteco, ex funcionario público, referente obligado de la actualidad indígena de México, historiador, ex asesor de los diálogos de San Andrés de parte del EZLN, articulista y ensayista, autor de más de 15 libros sobre temas indígenas, jurídicos y agrarios, Francisco López Bárcenas, también investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria de la Cámara de Diputados, realiza aquí una lectura de los procesos que protagonizan los pueblos: las embestidas que enfrentan y el contexto que las explica, la autonomía y los obstáculos para ejercerla, los pueblos frente a los procesos electorales, el narco y las formas de organización comunitaria como salida a la crisis civilizatoria que se vive en el mundo.
El contexto. Hay una crisis en el capitalismo. La discusión teórica es si se trata de una crisis social o una crisis civilizatoria. Yo pienso que es civilizatoria. El modelo occidental —socialista, capitalista, socialdemócrata o lo que sea—, ya dio de sí. Ya vimos el tipo de acumulación que tenemos en el capitalismo, los modelos de gobiernos socialistas, lo que ofrece la socialdemocracia —que es otra forma de capitalismo. Todos han sido incapaces de superar la crisis. Pero debido a que el sistema necesita seguir acumulando, traslada la acumulación a otro lugar, que es el despojo, y no de cualquier cosa, sino al despojo de los recursos que durante mucho tiempo se pensó que no deberían privatizarse porque privatizarlos pone en peligro la existencia de la vida, como el agua. Lo mismo pasa con los alimentos, que ya no los podemos ver porque hace rato que se privatizaron, los convirtieron de bienes comunes en mercancías. Ésta es la crisis civilizatoria.
¿De qué se despoja? Pues de recursos naturales que se consideraban bienes comunes y están en posesión de comunidades indígenas. Esto explica que las vanguardias de los movimientos sociales estén en los pueblos. No son los obreros como en los años setenta, ni los campesinos, sino los pueblos indios.
Las actuales embestidas. Una de las principales es el despojo territorial, no sólo de tierras, pues los pueblos indígenas aún tienen la posesión de aproximadamente el 30 por ciento de las tierras de este país, en ejidos, en comunidad y en propiedad privada. Pero si hablamos del concepto territorial, del espacio para desarrollar su cultura, seguir siendo pueblos y manejar sus asuntos como ellos quieren, de eso los despojaron y nadie ha querido reconocerlos.
Otra línea del despojo son los recursos naturales, fundamentalmente el agua, los recursos genéticos y lo que queda de los bosques. Hasta hace unos cinco años el agua se usaba para la agricultura comercial y ganadería. Ahora las concesiones se entregan a Coca Cola, Nestlé, cervecería Modelo, que embotellan el agua y la venden.
A los yaquis les quieren quitar el agua para llevársela a Hermosillo; en Jalisco, la presa Zapotillo, desde donde se la quieren llevar a Guanajuato; igual pasa en el Valle de Oaxaca, y si a esto se le suma el agua que usan las minerías y las hidroeléctricas, el problema es mayúsculo.
Otro frente importante es el de las empresas eólicas que llegan a rentar las tierras de los campesinos para que dejen de sembrar durante 30 años, renovables a 60. Esto pasa en el Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca; en Sonora con los seris, y los kiliwa en Baja California. El problema es que les están cargando a los pueblos indígenas los costos de la energía que usan las transnacionales.
Minería. Si hay una ley que abiertamente favorece a los empresarios en este país es la de minería. Es el pliego petitorio de los empresarios presentado al gobierno y a todo les dijeron que sí. En 1993 se hizo la primera reforma a la ley y nadie invirtió. En 1996 se hace otra y nadie invierte. En 2001 se hace otra reforma y empiezan a llegar las inversiones. En 2005 le hacen otros cambios y vienen todas las inversiones. ¿Qué pasó? El Estado decidió entregar a las transnacionales un recurso natural que es de los mexicanos.
México es el único país que por ley cobra a las transnacionales cinco pesos por hectárea concesionada para explotar. Además, también es el único que cobra por hectárea concesionada. Todos cobran por material extraído. Del año 2000 al 2010, la década panista, el 28 por ciento del territorio nacional fue entregado por 100 años a las transnacionales, la mayoría de ellas con intereses en territorios indígenas. Estamos hablando de 56 millones de hectáreas, de los 195 millones que conforman el territorio nacional.
El territorio rarámuri está casi en su totalidad concesionado. Las tierras nahuas de Jalisco hace años que viven esta situación. Está la fuerte amenaza sobre los pueblos wixárika en San Luis Potosí y Jalisco; en los territorios zapotecos del norte y el valle de Oaxaca; de mixtecos y tlapanecos en Guerrero; de mayas en Chiapas.
Semillas. Otro frente abierto contra los pueblos es la entrada de las semillas. Destruyen la economía campesina doméstica y después llegan con el argumento de que hay que salvarla. Y cómo, pues dándoles semillas. Es la segunda versión de la Revolución Verde.
El maíz es un asunto particular por la connotación cultural que tiene, pero también por toda la vida que gira su alrededor y que articula el tejido social de las comunidades. El maíz es para convivir y para los rituales, y si ahora te van a traer la semilla y todo el procedimiento de cómo sembrar, ya no vas a necesitar de los demás. Es la destrucción de la comunidad, no sólo de la alimentación. Esto no será rápido, porque las comunidades no se van a dejar.
Resistencia. Sin duda la resistencia está en las diferentes expresiones concretas de autonomía, a las que podemos agrupar en recursos naturales, políticas, alimentación y cultura.
Cuando hablamos de una expresión de autonomía en el ámbito de la defensa de los recursos naturales, hay muchos ejemplos, como en Oaxaca, donde en cualquier comunidad están peleando por la defensa de sus tierras, apelando a cuestiones históricas y relaciones políticas. Pero ahí lo que hay que identificar son cuáles son los conflictos de los pueblos y cuáles están influidos desde afuera.
En el ámbito político, de autogobierno, están evidentemente las juntas de buen gobierno zapatistas, pero también los yaquis de Sonora, los nahuas de Ostula, los triquis de San Juan Copala, la Policía Comunitaria de Guerrero, que empezaron con una demanda de seguridad, y ahora están fortaleciendo gobiernos.
Normalmente estos procesos empiezan con algo muy coyuntural, muy concreto, y si maduran terminan pasando a otras cosas que tienen que ver con los autogobiernos. En el terreno de la alimentación hay dos variantes: las redes en defensa del maíz, por un lado, y experiencias como la de los nahuas de la Sierra Norte, que tuvieron un proyecto muy importante de rescate de semillas nativas. En Tlaxcala hay ejidos que se han dedicado a ver en la práctica que harán con sus semillas y técnicas de producción. Hay muchos proyectos similares en la Montaña de Guerrero y en Puebla.
La resistencia al despojo cultural, en un sentido amplio está en todas las resistencias. Si lo decimos en un sentido más estrecho, que tiene que ver con lengua, danzas, tradiciones, hay muchos ejemplos en Oaxaca, Jalisco, Chiapas. Las Juntas de Buen Gobierno zapatistas engloban estas resistencias. Esto las hace muy singulares. No podemos reflejarnos en ellas, porque tienen un ejército que los defiende, y eso no lo tienen los demás. Hay quienes llevan procesos de autodefensa, pero es distinto a tener un ejército regular y una declaración de guerra al Estado.
Los Acuerdos de San Andrés. Una de las cosas que no pueden olvidarse de los Acuerdos es la forma en que se construyeron. No los hicieron los zapatistas con el gobierno federal, no se juntó un grupo de expertos a redactarlos, sino que fue un proceso de diálogo único en México y en muchas partes de América Latina, en el que participaron los pueblos a través de sus autoridades comunitarias.
Los Acuerdos hay que leerlos siempre con el documento Punto y Seguido. Ahí se habla de un mínimo, y ni siquiera eso quiso cumplir el gobierno, porque significaba que los pueblos indígenas tienen derechos y no bastaba con reconocerlos, sino que había que transformar al Estado. ¿Qué significó la falta de cumplimiento? Una deslegitimación terrible para el Estado. En los pueblos hubo primero un desencanto, pero al mismo tiempo vieron que podían avanzar solos.
Autonomías. En México no hay propiamente autonomías, sino procesos de construcción autonómicos, gente que se organiza para no depender de nadie: ni del Estado, ni la iglesia, ni el financiamiento internacional o los partidos políticos. Algunos pueblos hacen gestiones con los gobiernos, pero no se subordinan a la lógica de los recursos o de quién los financia, sino que los usan para lo que ellos ya decidieron. Los obstáculos para el desarrollo de las autonomías son muchos. El Estado se dio cuenta de lo que significaban y organizó una política de contención.
La Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) elaboró un discurso del multiculturalismo con el que busca desmantelar los procesos autónomos. Con el argumento de que les interesa la identidad, ofrecen recursos a quienes están luchando por fortalecerse y terminan cooptándolos. El discurso de la multiculturalidad es la nueva forma de dominación y representa lo que antes fue el indigenismo.
Por parte de los pueblos también hay varios problemas. Qué tan debilitados o fortalecidos están —por cuestiones históricas y cacicazgos locales. También hay que ver el tipo de cohesión de los pueblos, su dimensión, las alianzas que son capaces de establecer con otros sectores y pueblos, los espacios donde pueden moverse, la geografía local, sus recursos.
Militarización y paramilitarización. La estrategia de división de las comunidades tiene muchas formas, como la entrega de recursos económicos a unos, desfavoreciendo a otros. Cuando esto no funciona viene la cooptación de líderes, luego las amenazas, y si esto tampoco funciona, pues a matarlos. Y si aún no funciona, los paramilitares. Esto lo hacen muy bien los gobiernos “de izquierda”: Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán. En cuanto a la militarización, ésta sigue la ruta de los megaproyectos.
Movimiento nacional indígena. Hay quienes dicen que no existe porque no hay marchas o movilizaciones. El movimiento está donde la gente se mueve por cosas concretas. Y eso abunda. Si en Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Sonora los pueblos discuten las autonomías, podemos hablar de un proceso nacional, quizás desarticulado pero coincide en sus planteamientos, en cómo se mueve y quiénes lo hacen.
Procesos electorales, narco y pueblos indios. En América latina hay dos posiciones respecto a lo indígena, y en México también se expresan: ambas enarbolan derechos indígenas y autonomía, pero unas quieren meterse al Estado para desde ahí hacer transformaciones, y otras no quieren meterse al Estado sino transformarlo. No coincido con la primera, precisamente porque he estado dentro y estoy convencido de que desde el Estado no se puede hacer nada. Si tomas en serio la autonomía, no puedes aliarte con los que están contra los pueblos.
En cuanto a la presencia del narco en las comunidades, recuerdo que cuando los Diálogos de San Andrés, uno de los argumentos para no darnos la autonomía era que no íbamos a poder con el narco. El problema es muy complejo. Por un lado la gente no tiene ingresos ni empleo, y cuando llega el narco se genera mucha descomposición. Es un problema grave para la autonomía, (pero ésta lo contiene mejor que la guerra calderonista).
Respuestas a la crisis civilizatoria. Las bases de una vida diferente han de buscarse en otra cultura, y la que tenemos aquí es la de los indígenas. Hacer comunidad en barrios y vecindades es ya importante, pero aún embrionario. Hay que repensarlo junto a otras formas de representación y gobierno. Algunas cosas comunitarias ya están permeando lo urbano, aunque no se expresan todavía, como la revocación de mandato o la vigilancia a los gobernantes. Debemos pensar en gobiernos abiertos, que lo público vuelva a ser público a nivel nacional. Si se toma en serio recomponer el país de otra manera, es importante el componente indígena.
Los movimientos de indignados, las ocupaciones y asambleas actuales, la reivindicación de la horizontalidad, están construyendo comunidad. Los pueblos indígenas nacen en ella.
Entrevista: Gloria Muñoz Ramírez
Fuente: La Jornada