Minería: destruyendo a la naturaleza
"La extracción y el uso de recursos minerales tiene sentido dentro del actual sistema dirigido por el comercio, pero sólo durante el periodo en que los recursos estén disponibles. Mientras tanto, la otra cara de la moneda de los beneficios son los costos a más largo plazo del deterioro social y ambiental."
El mundo enfrenta múltiples crisis ambientales. En los últimos años se ha prestado mucha atención al cambio climático, así como a la deforestación y a la pérdida de la diversidad biológica. Pero también preocupa la forma en que el sector extractivo (minería, petróleo, gas) está agotando los recursos y el daño que causa cuando se sacan de debajo de la tierra.
Y también están las consecuencias sociales, como cuando se envenenan las tierras de las comunidades locales o la gente debe trasladarse para dejar espacio a la industria.
El informe Opening Pandora’s Box (Abriendo la caja de Pandora), publicado por la Fundación Gaia de Londres, brinda abundante información y estudios de caso sobre la industria extractiva, cuyo crecimiento e impactos en la última década han sido asombrosos.
No existe duda alguna sobre el valor de los metales, minerales, petróleo y gas para la economía. Han sido una parte fundamental del crecimiento económico, primero en los países industrializados y ahora en varios países en desarrollo de alto crecimiento. Pero esos recursos son finitos. No durarán para siempre y, por lo tanto, es necesario sustituirlos por materiales y energías renovables.
El crecimiento económico mundial ha provocado un elevado incremento de la extracción. Por ejemplo, la producción de hierro aumentó ciento ochenta por ciento, el cobalto ciento sesenta y cinco por ciento, el litio ciento veinticinco por ciento y el carbón cuarenta y cuatro por ciento. El aumento masivo continuará si se siguen otorgando concesiones con tan pocas restricciones como hasta ahora.
En los países desarrollados, donde hace tiempo que se agotaron los recursos, la minería ha encontrado una segunda oportunidad en la tecnología de la “fractura hidráulica” (inyección a alta presión de productos químicos tóxicos en depósitos de roca para liberar el gas natural allí atrapado). Sus promotores ponen la mira ahora en los grandes depósitos de petróleo de esquisto bituminoso y gas de América del Norte y Europa.
El informe de la Fundación Gaia dice que los productos químicos tóxicos inevitablemente se filtrarán a los acuíferos y a los sistemas hídricos locales, contaminándolos.
En los últimos años las concesiones y actividades mineras aumentaron drásticamente en los países en desarrollo. Por ejemplo, en China, el sector minero creció casi un tercio en el periodo 2005-2010 y las exportaciones mineras peruanas se triplicaron en 2011. En Sudáfrica, en tanto, inversionistas internacionales solicitaron derechos para realizar perforaciones en busca de petróleo de esquisto bituminoso y gas en una parte considerable del territorio.
El informe brinda detalles acerca de cómo las actividades mineras están afectando tierras, ríos y ecosistemas de comunidades locales, que se ven forzadas a desplazarse, lo que se ilustra con estudios de caso de sectores y países específicos.
Entre los efectos ambientales se cuentan las tierras yermas creadas por grandes minas a tajo abierto y la destrucción de cumbres de montañas, el uso voraz y contaminación de sistemas hídricos, la deforestación, la contaminación de la capa vegetal y del aire, y la filtración de ácido. Entre los impactos sociales destaca la amenaza a la salud de las poblaciones que viven en la zona, así como el acceso a la tierra y al agua de las comunidades campesinas e indígenas.
El reciente crecimiento de las industrias extractivas se debe a varios factores, como el aumento de los precios de los metales, minerales, petróleo y gas, que ofrece un incentivo para la explotación de nuevos territorios y depósitos de menor calidad, y nuevas tecnologías que ahora permiten la extracción de zonas anteriormente inaccesibles o que no resultaban rentables.
Pero el principal factor es la causa subyacente: el rápido aumento del consumo de productos que utilizan energía y materiales.
Gran parte de este exceso de consumo y los estilos de vida asociados se hacen evidentes en los países ricos. El estadounidense promedio nacido hoy utilizará cerca de diecisiete toneladas de minerales, metales y combustibles por año, según datos del Instituto de Información sobre Minerales de Estados Unidos. Sin embargo, en la medida que aumentan los ingresos y cambian los estilos de vida en los países en desarrollo, también allí crece la demanda de esos materiales.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) pronostica que, de continuar el ritmo actual de consumo y crecimiento, para 2050 la extracción anual de recursos en el mundo se triplicará. Esto, sin duda, no es sustentable.
La extracción y el uso de recursos minerales tiene sentido dentro del actual sistema dirigido por el comercio, pero sólo durante el periodo en que los recursos estén disponibles. Mientras tanto, la otra cara de la moneda de los beneficios son los costos a más largo plazo del deterioro social y ambiental.
El informe de la Fundación Gaia reconoce el potencial de las soluciones de la llamada energía verde, como los automóviles eléctricos y la energía solar y eólica, pero señala que ello también exige cantidades importantes de minerales, incluso elementos de la tierra poco comunes.
Como las tecnologías y los productos llamados “verdes” van en aumento, esto también aumentará las actividades de la industria extractiva.
La reutilización y el reciclaje de materiales y el uso más eficiente de los mismos ayudaría a reducir los desechos y la necesidad de minerales. Pero esto debe combinarse con un cambio en los estilos de vida. ¿Se aprenderá la lección a tiempo o sólo después de que las crisis ambientales y sociales nos abrumen?
Martin Khor, fundador de la Red del Tercer Mundo, es director ejecutivo de South Centre, una organización de países en desarrollo con sede en Ginebra.
Fuente: Red del Tercer Mundo