Juana Raymundo: mujeres indígenas, violencias y resistencias
"Las mujeres indígenas en América Latina han jugado un papel muy importante en la lucha contra la privatización y mercantilización de sus recursos naturales, reivindicando cosmovisiones de respeto a la Madre Tierra que confrontan la visión individualista y utilitarista de la economía neoliberal. Sus cuerpos están siendo utilizados como mensajes en una pedagogía del terror que se propone desmovilizar a sus pueblos. Paradójicamente esta estrategia para sembrar el miedo ha tenido como respuesta una mayor organización de las mujeres por la vida."
El 28 de julio el cuerpo de Juana Raymundo, activista Maya-Ixil, de 25 años de edad fue encontrada con huellas de tortura en el municipio guatemalteco de Nebaj. Juana era parte del Comité de Desarrollo Campesino (Codeca), una organización creada en 1992 para defender los derechos de los campesinos y que a lo largo de estas casi tres décadas se ha convertido en una de las principales organizaciones rurales del vecino país que luchan por la defensa de la tierra y el territorio. Su feminicidio se une al de otras activistas indígenas, como la comunera purépecha Guadalupe Campanur, en Cherán; la ecologista lenca, Bertha Caceres, asesinada en Honduras, y cientos de mujeres indígenas más que han sido violentadas sexualmente o criminalizadas por oponerse a las políticas económicas de muerte que atentan contra sus pueblos y sus recursos naturales.
Las mujeres indígenas en América Latina han jugado un papel muy importante en la lucha contra la privatización y mercantilización de sus recursos naturales, reivindicando cosmovisiones de respeto a la Madre Tierra que confrontan la visión individualista y utilitarista de la economía neoliberal. Sus cuerpos están siendo utilizados como mensajes en una pedagogía del terror que se propone desmovilizar a sus pueblos. Paradójicamente esta estrategia para sembrar el miedo ha tenido como respuesta una mayor organización de las mujeres por la vida.
Mientras en Guatemala las organizaciones campesinas se movilizaban para denunciar el asesinato de Juana Reymundo, en México, en el pueblo ÑuHu-Otomi, de San Lorenzo Nenamicoyan, mil cien mujeres de distintos entidades del país y de otras regiones del mundo se reunían convocadas por las mujeres del Congreso Nacional Indígena para analizar estas múltiples violencias y articular estrategias de resistencia para confrontarlas. El Primer Encuentro Nacional de Mujeres del Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Concejo Indígena de Gobierno (CIG), daba continuidad al encuentro convocado por las mujeres zapatistas el 8 de marzo pasado, en donde las compañeras mayas guatemaltecas tuvieron una participación muy importante compartiendo sus memorias de agravios y resistencias.
En ese encuentro el llamado de las zapatistas fue a organizarnos por la vida. En la clausura nos entregaron una vela que representaba la luz de la resistencia y nos dijeron: “Llévala y dile a todas y cada una de las mujeres que luchan, diles que no están solas, que vas a luchar por ellas. Que vas a luchar por la verdad y la justicia que merece su dolor. Que vas a luchar porque el dolor que carga no se vuelva a repetir en otra mujer en cualquier lugar del mundo. Llévala y conviértala en coraje, en decisión…”
En respuesta a este llamado las mujeres de CIG, encabezadas por María de Jesús Patricio, nos convocaron a superar nuestras diferencias para pensar en estrategias anticapitalistas, anticolonialistas y antipatriarcales. Argumentando que Si las mujeres no nos liberamos de la esclavitud, la sociedad nunca será libre (ver aquí). Respondimos a esta convocatoria mujeres de los pueblos originarios Nahua, Totonaca, Otomí, Ñûhu/Otomí, Zapoteco, Maya-Yucateco, Popoluca, Hñahñu/Otomí, Tsotsil, Tzeltal, Chol, Purépecha y Mazahua, estudiantes, sindicalistas, feministas de distintas corrientes, compañeras de distintos países de América Latina y Europa y mujeres kurdas que compartieron su experiencia construyendo autonomías de facto desde un feminismo anticapitalista. Hubo debates acalorados en torno al separatismo feminista, a cómo construir alianzas con los hombres, a cómo reconocer nuestros propios racismos y etnocentrismos. Pero hubo un acuerdo unánime: luchar por la defensa de la vida.
Fue en este contexto que nos enteramos del asesinato de Juana Raymundo, y el compromiso ahí adquirido nos lleva a unir nuestras voces a las de las compañeras guatemaltecas para exigir al gobierno de ese país: Justicia y Verdad. Ni Una Más.
Por R. Aída Hernández Castill - Investigadora CIESAS
Fuente: La Jornada