El mundo del revés no da para más: La Soberanía Alimentaria como respuesta
La enfermedad más peligrosa no es un virus, es el sistema productivo extractivista y contaminante. La cura no viene únicamente de la mano de la Ciencia, ni la prevención se logra gracias a las cuarentenas. La SANACIÓN está en un cambio radical del paradigma productivo y alimentario.
Aunque no es vox populi en los medios de desinformación ni aparece en las voces de gobiernos y empresarios, se sabe que la mejor manera de crecer sanos y fuertes, y en consecuencia hacer frente a los virus y bacterias que proliferan cada año, es tener un cuerpo-mente adecuadamente nutrido. Lamentablemente, bajo el sistema alimentario hegemónico mundial, esa no es una tarea fácil. Al parecer, nos quieren enfermos, dormidos y sumisos. Por tanto, debido a lo "malcomidos" que estamos, somos una población malnutrida a nivel mental y físico. ¿Dónde podemos buscar las soluciones?
Y es que el sistema mundial de la Agroindustria que promueven los gobiernos (y que implica monocultivos, desmontes, uso masivo de agrotóxicos, combustible y feedlots) desaloja el campo, principalmente para la producción de soja y maíz transgénicos; y nos mantiene confinados en las grandes urbes comiendo, en el mejor de los casos, ultraprocesados y, en el peor de ellos, no comiendo. Ni hablar de los millones de litros de agrotóxicos con los que nos envenenan en el campo y en la ciudad todos los días. Cada año, más de 3 millones de niños menores de 5 años mueren de desnutrición o por causas relacionadas con la misma. El 80% de estos casos, y en sus formas más agudas, se concentran en tan solo 20 países del mundo, concretamente en África y en algunas zonas del sur de Asia. Y entonces, en este mundo al revés, y en un país tan rico en tierra y biodiversidad como Argentina, los pibes y pibas se mueren de hambre. Mejor dicho, los dejan morir de hambre. Sólo en lo poco que va de este año, al menos 13 niños y niñas murieron por desnutrición, por ausencia de un sistema de salud adecuado y la falta de un bien tan básico como el agua potable. En este mundo al revés, en la Argentina del Agronegocio y del Supermercadismo (que han forjado y profundizado todas las administraciones políticas del Estado) se hace muy difícil, para la mayor parte de la població, producir, comercializar y consumir alimentos sanos, seguros y soberanos.
Un tema no menos importante a tener en cuenta es que el sistema agroindustrial es responsable de entre el 44% y 57% de los gases con efecto de invernadero (GEI) que provocan el cambio climático. ¿Y qué efectos tiene este cambio climático en la salud pública? Bueno, hablemos de virus y bacterias. Los cambios climáticos, con veranos más cálidos y largos, inviernos más suaves y el aumento anual de las lluvias pueden favorecer que algunos organismos como mosquitos y otros artrópodos vectores amplíen su hábitat, con la posibilidad de introducir enfermedades en zonas donde antes no existían. Por grupos taxonómicos, los más dependientes de factores climáticos son los virus, las bacterias y los hongos y los que menos, los protozoos y los helmintos o gusanos parasitarios. Por vía o vector de transmisión, los patógenos presentes en el suelo, la comida y el agua parecen los más sensibles al clima, en particular a la humedad y la temperatura. Pero los patógenos que más dependen del tiempo son los transmitidos por artrópodos, en particular insectos chupadores como las garrapatas y los mosquitos, la mayoría del género Aedes. Sólo en Argentina aumentaron exponencialmente los casos de dengue. Suponiendo que los datos oficiales sean reales-y sabemos que no reflejan la cantidad de casos que las comunidades denuncian-, en total, las personas contagiadas superan las 1.200, y ya hay 680 casos de dengue autóctono en 13 jurisdicciones. Un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS) detalló que en 2016, cuando también hubo una pandemia de dengue, se registraron 79.455 infectados por este virus, de los cuales 10 fallecieron.
Por todo lo dicho, y sabiendo que podemos profundizar mucho más, queda claro que la Agroindustria -pilar fundamental del sistema capitalista/extractivista- es el responsable del hambre, la malnutrición y el deterioro de la salud de los pueblos, la proliferación de pestes y enfermedades, y principal origen del cambio climático que además de provocar desatraes naturales y crisis humanitarias, provoca el fortalecimiento y mutación de virus y bacterias. Sin embargo, el movimiento mundial por la Soberanía Alimentaria y el desarrollo creciente de la Agroecología -impulsada por campesinos, indígenas, profesionales de la academia y la ciencia digna, y por movimientos de consumidores conscientes- crecen día a día para mostrar las salidas a las problemáticas mencionadas. Es nuestra tarea entonces, seguir construyendo más espacios para alcanzar la ansiada y necesaria Soberanía Alimentaria, no sólo para alimentar al mundo, de verdad; sino para estar sanos, combatir el cambio climático y con ello a las diferentes epidemias y pandemias. La Soberanía Alimentaria -que implica cooperación, producción local y soberana, y el acceso equitativo a alimentos de calidad, nutritivos y sin venenos- es el único camino viable para mantenernos sanos, fuertes y unidos. A la vez, es la solución a los problemas socioambientales que atentan contra la salud de la Tierra y de todos los seres vivos. Y es finalmente, una de las formas de practicar el Buen Vivir, un camino y una oportunidad para construir colectivamente nuevos sistemas de vida cuyos regímenes económicos se orienten por las equidades y por la armonía entre grupos humanos y naturaleza. Ello requiere subordinar los objetivos económicos a esta última premisa y, como plantea Gudynas “considerar la naturaleza como sujeto con derechos, y transitar a un biocentrismo que acompañe los derechos humanos y amplíe la ciudadanía y la justicia: “ambiental para las personas y ecológica para la Naturaleza”.
Fuente: Frente de Lucha por la Soberanía Alimentaria Argentina (FLSAA)