Colectivo YASunidos y el futuro del Yasuní

Idioma Español
País Ecuador
Mujeres protestan en el paro nacional en octubre de 2019, Quito, Ecuador. Foto: Iván Castaneira

"En los siete años de lucha por la defensa del Yasuní, la política extractiva no ha dejado de expandirse en el Ecuador. Esto ha evidenciado que, en cada territorio, en cada pedacito del país, existe un Yasuní que defender; un lugar diverso y único que no podemos permitir que sea destruido y violentado por los extractivismos. Es así que, si bien YASunidos nació por la defensa de la vida de los pueblos aislados y de uno de los lugares más biodiversos del mundo, en estos años el colectivo ha visto la profunda necesidad de actuar, junto con distintos colectivos y comunidades, en otros espacios".

El destino del lugar más biodiverso del mundo ya está definido. A pesar de la urgencia planetaria por mantener 2/3 de los combustibles fósiles en el subsuelo, los intereses ocultos al interior de los gobiernos se anteponen a los de la justicia climática y social a costa de la vida de los pueblos en aislamiento voluntario. Hoy mismo, estos pueblos se enfrentan más vulnerables que nadie a un virus que nace de las entrañas del capitalismo y a la voracidad que los terminará tragando. No obstante debería ser el mismo Yasuní el primer sitio donde se detenga la invasión de este sistema que extrae vorazmente recursos de los principales defensores de la selva, violenta material e inmaterialmente a las comunidades y nos empuja a una crisis planetaria. 

La importancia de este refugio de vida, que sobrevivió a la era glacial, es de carácter multidimensional. En el Yasuní se esconden una infinidad de secretos biológicos y han vivido, en un abrazo eterno, civilizaciones como la huaorani, la shuar y la kichwa; así como los tagaeri y taromenane. A la par, el Yasuní es una bandera de lucha por la democracia participativa, por la transición a un modelo post-extractivista y por la justicia climática intergeneracional. El Yasuní es una utopía de un cambio civilizatorio.

El territorio más biodiverso del mundo, secuencialmente ha “ganado” terreno en materia de derecho para asegurar su protección. De tal modo, en 1979, casi un millón de hectáreas fueron declaradas parque nacional, en 1989 un área aún mayor fue declarada por la UNESCO como Reserva de la Biósfera “por su riqueza natural y cultural”. En 1999 se creó la Zona Intangible Tagaeri/Taromenane, que protege a comunidades en aislamiento voluntario, y sólo en 2007 se delimitó el área intangible, después de varias matanzas a miembros de estas comunidades. Todas estas categorías de protección paradójicamente se entrelazan con una decena de bloques petroleros.

En el mismo 2007 nació la iniciativa Yasuní ITT que pretendía proteger este tesoro natural del extractivismo, salvar la vida de los pueblos originarios en aislamiento voluntario y evitar la emisión de 410 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, a cambio de una compensación económica, anhelando ser un primer paso para una transición a una sociedad post petrolera.

Luego, en el 2013, el gobierno canceló la iniciativa e inició la explotación del Yasuní ITT (bloque 43) utilizando las herramientas estratégicamente escritas en la Constitución para “declarar de interés nacional” territorios en teoría blindados. Esto causó un gran revuelo nacional e internacional por ser incongruente con los derechos de la naturaleza y el principio de hacer la transición a modelos alternativos. El mismo gobierno reprimió violentamente las manifestaciones en contra de esta decisión arbitraria, ecocida y etnocida.

Así nació el colectivo YASunidos, un grupo de jóvenes de distintas corrientes activistas que a través de uno de los mecanismos de democracia directa de la Constitución del 2008, intentó hacer una consulta popular para detener el extractivismo en el Yasuní y salvar a los pueblos en aislamiento voluntario, los tagaeri y taromenane, para lo que fue necesario iniciar un proceso de recolección de firmas para que se apruebe la consulta. Se necesitaba recolectar 583.324 firmas (que corresponde al 5% del padrón electoral). Este proceso democrático fue vilipendiado en repetidas ocasiones por el gobierno. De tal forma se sufrieron hostigamientos por parte de los medios públicos, existió persecución de la policía de inteligencia y fuerza pública. Hubo arbitrariedades de la Corte Constitucional, y aún peor del organismo que asegura la participación democrática, el Consejo Nacional Electoral (CNE). El presidente de este último, durante el proceso para recolectar las firmas, abiertamente se opuso a la consulta de YASunidos a pesar de ser el “juez” que calificaría las firmas.

A pesar de que el colectivo recolectó mucho más de las firmas necesarias para llamar a una consulta popular según lo establecido en la Constitución, el CNE negó la Consulta, anulando la mayoría de las firmas por cuestiones de forma como el gramaje del papel, su tamaño, entre otros requisitos inconstitucionales que fueron aplicados retroactivamente, es decir, luego de iniciado el proceso de recolección de firmas.*

Desde entonces el colectivo se enfrascó en la lucha obstinada de más de seis años para develar el fraude y conseguir la consulta popular anhelada. A pesar de que hasta el momento tres instituciones del Estado han reconocido el fraude en distintos momentos, incluido el mismísimo CNE, todavía no hay justicia y continúan las vulneraciones a los derechos de participación política de los firmantes.

Es más, actualmente en medio de la pandemia de Covid-19, el gobierno de Lenín Moreno incursionó en la apertura de la carretera en el interior del Bloque 43. En silencio y a escondidas, el gobierno expuso al contagio al personal de Petroamazonas, a las comunidades aledañas y a los pueblos en aislamiento. Así como en Brasil el gobierno bolsonarista aprovechó para desmantelar los derechos de los pueblos indígenas para arremeter contra sus territorios y quemarlo todo en favor de la agroindustria, aquí en el Paralelo Cero, se hace tangible el mismo asecho contra la vida. No obstante debería leerse como un síntoma regional del extractivismo que no tiene intención de detenerse.

Es evidente que al Estado ecuatoriano no le interesa asegurar la reproductibilidad de la vida, ni de los pueblos en aislamiento voluntario, ni de las nacionalidades shuar, kichwa waorani, ni siquiera de la ciudadanía en general ya que durante la pandemia, el gobierno central se ha mostrado incapaz de asistir en salud y de remediar por sus propias negligencias operativas como el caso del derrame petrolero del 7 de abril; el peor en 15 años afectando a más de 27 mil personas, dejándolas sin agua en medio de una crisis sanitaria.

Durante todos los años de existencia el colectivo ha continuado su lucha por la defensa de este territorio, a través de decenas de acciones directas, monitoreos en la zona, denuncias, acciones legales, y distintas campañas para frenar el extractivismo en el país, más allá del Yasuní, como la Campaña por el Cajas Libre de Minería, otro santuario de vida, que es llevado a cabo por YASunidos Guapondelig. Hoy es clara la urgencia de transparentar quiénes y por qué durante los más de 13 años de la existencia de esta utopía de dejar el petróleo bajo tierra, han jalado los hilos en su favor. Es necesario acciones concretas urgentes para evitar el endurecimiento de la crisis planetaria. De lo contrario el Yasuní ya no podrá ser refugio de vida en los siguientes miles de años. Porque lo habremos destruido.

En los siete años de lucha por la defensa del Yasuní, la política extractiva no ha dejado de expandirse en el Ecuador. Esto ha evidenciado que, en cada territorio, en cada pedacito del país, existe un Yasuní que defender; un lugar diverso y único que no podemos permitir que sea destruido y violentado por los extractivismos. Es así que, si bien YASunidos nació por la defensa de la vida de los pueblos aislados y de uno de los lugares más biodiversos del mundo, en estos años el colectivo ha visto la profunda necesidad de actuar, junto con distintos colectivos y comunidades, en otros espacios.

El colectivo YASunidos ha apostado a tejerse desde la diversidad de luchas que confluyen en la defensa de los derechos de la naturaleza, incluidos los animales, los derechos humanos y los derechos de los pueblos. Este tejido nos ha llevado a pensarnos desde un ecologismo biodiverso (como el Yasuní), en donde no es posible pensar el ecologismo sin justicia social, o pensar una supuesta justicia social en base al extractivismo; de la misma manera que no es posible pensar un ecologismo que minimice la violencia hacia las mujeres mientras se opone a la violencia que viven la naturaleza y los pueblos. La lucha por el Yasuní no ha parado, y cada momento se entreteje con una diversidad de luchas en contra de las violencias que vivimos las diversas especies que habitamos esta tierra.

Nota:

* Los YASunidos entregaron más de 755 mil firmas, recolectadas a lo largo de seis meses.

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Fuente: Biodiversidad, sustento y culturas #106

Temas: Pueblos indígenas

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